miércoles, 27 de abril de 2011

Canibalizar

Acabo de leer algo que me hace pensar en Zaida, en mí y en cualquiera, en realidad.
"Los que aman siempre acaban al otro lado de un teléfono, jodidos".
Después de la Semana Santa, estoy todavía con un espíritu profundamente vago, anticlerical y reflexivo.

Maite y yo nos fascinamos con la jequesa de Qatar, una mujer insoportablemente hermosa. Hacemos comentarios sobre ella y sobre las diversas gamas de prostitución. Atención a la jequesa:

Las caras de bobos del rey y de Zapatero frente a ella, casi me conmueven.

En cuanto termine este breve escrito, voy a empezar a leer 'Sobre el derecho del escritor a canibalizar la vida de los demás' de Guy de Maupassant, un señor maravilloso del XIX, para las que no lo conozcan. Pienso en el derecho de las exnovias a canibalizar la vida de las demás, en el derecho de las madres a canibalizar, en el derecho de los camareros prepotentes detrás de sus barras a canibalizar y, en definitiva, en el derecho de la belleza y la estupidez a canibalizar.

Nos bebemos todo, hasta las copas de los árboles.
En realidad, yo no bebo tanto, a pesar de lo cual sigo sin contacto excesivo con la realidad.
La realidad es una cosa horrible, como la película de anoche sobre la historia de amor de Guillermo y Kate. Él se enamoró de ella cuando la vio desfilar con un camisón transparente. Qué bonito. Suspiran las chicas que sueñan con un braguetazo de ensueño.
Odio las bodas reales. Esta frase me fascina. Odio las bodas reales, las irreales y las surrealistas. La única boda que no odio es la idea de mi boda, algún día, teniendo la delicadeza de no invitar a nadie y de no pedirle permiso a Dios.
Y si la vida es un permanente dejà vù, seguramente hoy vuelven a jugar Real Madrid y Barça.
La poética de la repetición o Heráclito vestido con pantalón corto.

A Zaida le diré que me importa poco lo que haga con sus exnovias, siempre y cuando no olvide que suelen ser seres cobardes y con una amnesia selectiva de lo más exquisita. A todas las exnovias del mundo les digo que nunca serán  mejores que como el día que las soñamos.
Y a ti, Zaida, te digo:

"Elegimos la forma más lenta de volver a casa,
pero ya estamos cerca".

martes, 19 de abril de 2011

Julia

Nunca sabemos cuándo va a hacer su aparición en nuestra vida alguien con capacidad para alterarla de manera fundamental. Lo único que sabemos es que cuando sucede, no debemos apartar la mirada.
Conocí a Julia en un momento de mi vida en el que no esperaba nada de la gente y, por lo tanto, esperaba todo de la gente. Ese momento en el que estás cansada de ciertos ritos afectivos, de lanzar piedras en la noche a la ventana  de los otros para que se asomen. Tenía dudas sobre mí, las habituales y otras recientes, sangrantes. La noche no me iluminaba. Las chicas en Barcelona, como siempre, inconscientes y terribles. 
Y como ya he escrito muchas veces sobre esa noche en la que la conocí, sólo quiero reiterar que ella abrió un camino de luz incesante para mí. Cuando la conocí ella lloraba a diario, sin embargo pocas veces nos hemos reído tanto. El exceso, somos excesivas, y creo que nuestro corazón en realidad es de un blanco tembloroso.
Y mañana vienes, Julia, y ya me anticipas la alegría.
Hoy he leído algo que me ha hecho pensar en ti: "despreciar los tesoros es cosa de cada cual, siempre que después cada cual no se queje".

Yo a este tesoro, le saco brillo cada día.

viernes, 15 de abril de 2011

incendios

Si este blog tiene alguna mínima capacidad de convocatoria, quiero ponerme hoy un pelín solemne y pedir a todo lector, lectora, amiga, ex amante, hermana, fan (espero tener alguna), personaje,  y pervertido habitual que entra por google a través de extrañas palabras de búsqueda, que vea la película 'Incendies', franco-canadiense.
Creo que es de las películas más brutales, emocionantes y delicadas que he visto en mucho tiempo, además de un ejercicio cinematográfico exquisito. Una peli imprescindible. No desvelaré nada sobre el tema ni la trama. Sólo decir que habla del horror, del dolor, de la redención y de la búsqueda personal de respuestas en un mundo sin respuestas, sumido en el espanto. Maite y yo salimos anoche tan tocadas de verla, que estuvimos hablando y hablando sobre ella, hasta dormirnos tarde, mejores y más inquietas, la forma en la que debe dejarnos el arte, sea cual sea su formato.

Y es viernes, queridas, mi día de la semana preferido, ése en el que soy feliz por vocación y por determinismo genético. Estos días estoy adelgazando por fuera y ensanchándome por dentro. Noto mis sentimientos en toda su gigantesca capacidad para impulsarme. Hablé con Julia ayer por teléfono sobre los sentimientos y cuánto nos importan. Ella es una mujer catedrática en ese campo de batalla que es el pensar en alguien y en ser consecuente con eso. Porque yo me pregunto, ¿sirve de algo pensar en alguien sin ser activista de ese pensamiento? Puede ser que no me explique, no me importa, hoy es el día del libro, ese típico día de algo que tan estúpido me parece, como el día de la fibrosis quística o el día de la república, igual de inútiles en una cotidianidad donde nadie sabe nada ni le importa, entra gente en la librería, hablo con un chico de poesía y de Barcelona, me llama mi madre para saber cómo ando de mis pequeños dolores físicos y eso me hace recordar un libro que se titulaba 'Mil dolores pequeños' y cuánto me gustó ese título, colecciono títulos que me gustan, hoy es uno de esos días fríos de primavera con un sol débil pero persistente, uno de esos días de belleza intrépida y desapercibida.

Mi gata Julieta tiene una dermatitis extraña, tiene costras en la piel. Y sin embargo, es la criatura más hermosa que he visto en mi vida. Cuando ronronea, lo hace siempre mirándote a los ojos.
Puede resultar difícil encontrar un hilo argumental en todo esto.
Me parece perfectamente compatible con el hecho de que Berlusconi merece ser linchado en un bar de bolleras. Se me acaba de ocurrir.
Y para redimir a Italia, voy a leer a Natalia Ginzburg un rato. Estoy con 'Las palabras de la noche'.

Que arda el viernes.


miércoles, 13 de abril de 2011

Maite

El otro día escuché a Ray Loriga decir en una entrevista que en la poesía no hay clase media. Es buena o es mala. Recuerdo esto porque ayer rescaté de tu mesilla de noche aquella carta que te escribí hace unas semanas, aquella noche que discutimos, sí, aquella noche del cumple de Aniana. Y esa carta, que todavía no has leído, en realidad es un poema de amor, me di cuenta anoche, antes de dormir. Puede ser que sea mala poesía, pero lo escribí borracha y enamorada y te lo copio aquí, porque no me importa ser estruendosamente íntima por ti:

Quizás no me explico con claridad.
Quizás no siento con claridad.
Quizás no soy con claridad.
Pero qué poco oscura me siento desde el verano pasado.
Mi amor no siempre progresa adecuadamente.
Sólo yo sé cómo se esfuerza
.
Estás dormida, yo problamente borracha. No, seguramente.
Cómo me gustaría ahora explicarte mi cuerpo entero, conquistar el futuro en los pelos que dejas por todas partes.
Me pregunto qué puedo hacer para quedarme quieta en un sentimiento. Algo parecido a esto.
Duermes, y me concentro en desear que tu sueño sea mejor que mi amor,
porque te quiero así, por delante de mí y de la noche, que nunca tiene respuestas.

Le pedimos demasiado a las noches.
Bastaría con callar y esperar, simplemente, que nada se detenga.
Que nada se detenga.
Que nada se detenga.

No sé si sabes cómo te quiero estos días de primavera.
Creo que sí lo sabes, pero a veces no basta.
Es normal, somo animales temerosos.
Si supiéramos zarandear el corazón ajeno con la infinita delicadeza necesaria.
El amor es la mayor fuente de futuro y desencanto.

Qué importante es para mí acortar los caminos de la diplomacia amorosa,
ocultar mi pudor,
soy tan ignorante a veces, yo, que no hago más que hablar de amor.

Quiero que nuestro cuento sea el cuento de nunca acabar.
Y de todo este amasijo de palabras escritas borracha para ti,
te hago un resumen de las dos ideas fundamentales:

1-Te quiero
2-No concibo la noche sin ti

lunes, 11 de abril de 2011

regresos y permanencias

Mi dentista me arrancó la muela del juicio tan violentamente que se cayó al suelo. Después la recogió y me preguntó si la quería guardar. Me pareció un momento inverosímil, porque mezclaba humillación con belleza. De alguna manera que no sé explicar. Yo soporto mal el dolor y nunca finjo una fortaleza de la que carezco. Me había echado a llorar mientras él manipulaba mi boca. Y ahora tengo mi muela en un frasco y no soy capaz de tirarla, la enseño orgullosa y luego me siento miserable. Una muela en un frasquito, todavía no lo asimilo.
Me perdí los mejores días de sol en mi casa, quejándome, esperando a mi novia, leyendo y viendo el programa de Ana Rosa. La tele es jodidamente peligrosa, te atrapa la banalidad de una forma inquietante, todo es de un mal gusto exquisito y no puedes dejar de mirar. Quieres más, porque hay algo hipnótico en el horror, en el presunto humor, la presunta información, la presunta seriedad y los presuntos reportajes en profundidad de estos programas. Tuve que hacer un esfuerzo para concentrarme en mi dolor de boca y lanzar el mando a distancia. Lanzar el mando a distancia a distancia. Qué maravilla poder hacer frases así, que son absurdas y lógicas a la vez.  Se la enseñaría a Gertrude Stein si pudiera.

Hendaya es definitivamente mi lugar de playa ideal. Las playas como concepto son un lugar zafio y hortera. Y la playa de Hendaya es como de juguete, la gente no grita, hasta las olas me parecen educadas. Fui muy feliz el sábado en Hendaya, gritando 'Vive la France', escuchando a Adam Green contigo en el coche, mirando a la gente, comiendo de espaldas al mar en un gesto falsamente simbólico, observándote y quejándome cuando me haces fotos, porque yo sigo creyendo en el amor, pero ya no creo en las fotos. Prefiero las historias de amor sin fotos, y prefiero las declaraciones de amor sin adverbios temporales.

Hoy he vuelto a la librería y me he dedicado a leer los recién publicados diarios de juventud de Susan Sontag. Es fascinante leer sus diarios de 16 años, cuando descubre su lesbianismo y no sabe encajarlo. Y me encantan las descripciones de sus obsesiones por un par de chicas y de los bares de ambiente y leyendo una entrada, he sonreido viendo lo poco que cambian las cosas. Voy a copiar un extracto para que Zaida sonría un poco y quite peso a su noche del sábado: "Hasta que me emborraché me pareció todo más bien deprimente. Harriet se colocó de inmediato, y pasó la noche siendo amable hasta la histeria con todas las mujeres con las que se había acostado durante el año anterior (y ahora detestaba): todas parecían estar allí...".

Sigue doliéndome la boca, así que voy a dejar de escribir.
Leo otra vez a Susan Sontag y me emociona cuando escribe "Soy infinita, nunca debo olvidarlo".