lunes, 3 de enero de 2011

cerca del corazón salvaje

Había tres mujeres fascinantes sentadas a la mesa conmigo. Una de ellas puso Frank Sinatra cuando nos sentamos. Yo todavía llevaba puesto el delantal, uno verde que me regaló mi madre. Bebíamos vino blanco, cerveza y supongo que no éramos conscientes de que el año se iba irremediablemente hacia el pasado. Yo no dejaba de pensar en que era feliz y en que debía recordarlo, porque la felicidad es un ejercicio y un suspiro, algo que flota en el aire y después se va. La casa, tan pequeña, se llenaba de deseos y de sueños, fuimos cenando entre risas y mis libros amontonados nos miraban desde la otra mesa, recuerdo que vi asomarse uno que guarda un poema que dice "Tú eres un buen momento para morirme". Porque quizás habría que morirse en un momento así, pequeño, feliz, en fin de año, mirando al amor de frente.
Nos fuimos emborrachando, yo no tolero bien el vino ni la nostalgia, teníamos las uvas preparadas para no atragantarnos y tres mujeres de esas que excitan la imaginación de personas con poca imaginación nos iban contando todo eso de los cuartos y las campanadas con sus escotes de vértigo y sus sonrisas eternas. Uvas de Mickey Mouse para niñas mayores. A las 12 y un minuto yo todavía estaba paralizada por algo extraño, conmovedor y puede que irreal. Besos, abrazos, teléfonos sonando, le dije 'te quiero' a mi padre, no era capaz de encontrar la canción adecuada, me exalté e hice literatura del momento que estábamos viviendo, del momento que estabámos bebiendo. La mujer número uno, pequeña, con sus ojos orientales, despeinada, manteniendo la calma por encima de sus nervios y sus sentimientos siempre alterados, sólidos, sus pequeños dedos, con mi corazón dentro del suyo, sus pantalones nuevos. La mujer número dos, con un peinado más allá del expresionismo, su ceceo adorable, su sentido práctico de la vida, su absoluta empatía, las piernas tan largas, se vistió de dandy para la cena,  pequeñas pecas en la cara en las que no me había fijado hasta entonces, sus palabras suelen ser exactas, aunque diga muchas tonterías, como yo. La mujer número tres, un angel intelectual y bondadoso, con la mirada más limpia que he visto en mucho tiempo, midiendo los silencios, exquisita y serena, con una asombrosa sabiduría postadolescente. Y yo.
La pequeña ciudad se disfrazaba, la noche se preparaba para otro carnaval humano, un año nuevo y virgen por delante, con los propósitos del mañana y las mismas resacas del ayer. Me dormí muy tarde, recordando el sms que me envió Marc, las camas en paralelo, sin guión, todavía olía a queroseno.
La vida como una partida de ping pong pospuesta, en tablas, sin derrotas ni victorias.
Debería ser así.
El día 1 me pareció necesario despertarnos con 'El hombre que casi conoció a Michi Panero".
Entraba el sol por la ventana de la cocina.

(Gracias Ari, Mariona, Maite)


3 comentarios:

  1. a esta maravilla solo se le puede poner otra maravilla.

    http://www.dailymotion.com/video/x9n1is_if-you-see-her-say-hello-bob-dylan_music

    solo puedo abrazarte de ocho a ocho, pero me quedaría en tu maravilloso jersey nuevo 24 horas.gracias por el post y por la cena deliciosa.

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  2. Así es, Nerea, la vida como una partida ping pong, uno a uno. Uno para ti y otro para mi.

    El texto es fascinante, maravilloso (siempre que oigo, leo o escribo la palabra maravilloso me acuerdo de ti y se me dibuja una sonrisa en la cara.

    Ari.

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